Salamanca, Oviedo y Castellón

 

Salmo 103 de la Biblia: ‘Los días del hombre son como la hierba; como la flor del campo, así florece, pero sopla sobre ella el viento, y ya no es más; ni se reconoce siquiera su lugar’

El mes pasado murió el Alicante Club de Fútbol, noventa y siete años de historia desde que en 1918 unos aficionados decidieran dar el nombre de la ciudad a su equipo de fútbol. Recuerdo poco más que un gol de Pau Franch hace unos años allí, cuando aún creíamos que el fútbol era para siempre.

También recuerdo los partidos con el Salamanca, en aquel estadio Helmántico de porterías con barras redondeadas donde ya nadie volverá a marcar para el Castellón como hiciera Dani Pendín una noche de enero en partido aplazado por la nieve. Otros noventa años de historia que se fueron.

A los clubes que se mueren les acompañan los que han querido matar pero siguen vivos, como el Club Deportivo Logroñés que desde que en diciembre de 2008 jugara su último partido espera el descabello de la liquidación para que alguno de los nuevos clubes de la ciudad que han copiado sus colores y sus formas pueda comprar su escudo, que no su historia, su abolengo y su dignidad, o el Oviedo, quizá el ejemplo más representativo de club que han querido matar –mejorando lo presente- el Real Oviedo, al que el ayuntamiento de la ciudad, con el equipo moribundo, no solo declaraba su voluntad de empezar de cero sino que trató de aupar a otro equipo de la ciudad, el Astur, al que le cambió el nombre y los colores y le concedió el Tartiere. Ole, como si apoyar al Astur beneficiara en algo al Oviedo, como si ponerle la ropa de tu hijo enfermo a otro niño de la calle curara su enfermedad.

En Castellón no sabemos por qué decidieron abandonar a una empresa como el CD Castellón que generaba en segunda división en torno a un millón de euros de beneficios al año, no sabemos por qué los setecientos mil euros que el Ayuntamiento propició que Bankia le diera a Blasco en 2011 no se utilizaron para pagar deudas ni para evitar un descenso administrativo, no sabemos por qué el pagaré de Ulloa acabó en manos de Osuna y no del club, no sabemos por qué nadie cogía el teléfono a la Federación durante más de dos semanas para evitar ese descenso del que aún no hemos salido cuatro años después, no sabemos qué interés había en mandar el club a tercera ni qué fue de las palabras de Alberto Fabra referidas a Castellnou, aquellas de los vamos a echar a patadas.

Sí que sabemos lo que hizo la clase política en aquel verano: Tocar al Castellón con un palo para ver si seguía vivo y fotografiarse junto a los que lo lloraban, promover la creación de un engendro en la recordada noche del casino o intentar trocear la SAD para llevar a jugar al Amateur a Castalia.

Cuatro años después, con Alberto Alcalde ya Alberto President, con Javier Moliner sin pisar Castalia y con Alfonso Bataller dando lecciones a aficionados de su albinegrismo y de la siembra de césped, Castellnou sigue teniendo amarradas las acciones del Club y seguimos en tercera, como entonces, con el establishment pidiendo que se mire hacia adelante y con nadie salvo los que llevamos buscando justicia y soluciones desde entonces interesado en saber qué pasó con el dinero de los contribuyentes que se le dio al club y por qué se tomó la decisión de hundir al Castellón.

En Castellón no hace falta refundar, tenemos fútbol muy cerquita.

Enrique Galindo, vocal y abogado de Sentimiento Albinegro