La culpa es de uno

 El síndrome de Diógenes es un trastorno del comportamiento que se caracteriza por la reclusión voluntaria en el propio hogar y la acumulación en él de grandes cantidades de basura. La directiva del Club Deportivo Castellón presenta una variante intrigante que funciona de manera inversa. Después de tener la soberbia de quemar todos los puentes con el exterior, se hallan recluidos en su propio mundo paralelo donde se acumulan marrones varios: crisis social, dificultades económicas y naufragio deportivo. Paradójicamente, esas calamidades no se asumen nunca como errores propios sino que se redirigen indiscriminadamente hacia cualquier otro; como si fuera un Diógenes que lanza sobre sus estupefactos vecinos la basura que genera. 



Según el club sufrimos a árbitros parciales que actúan ante la pasividad de una prensa indolente, a jugadores indisciplinados que dinamitan la que ellos consideran muy elaborada planificación deportiva, a instituciones que incumplen sus compromisos, a aficionados tacaños que cuestionan la atractiva política de precios e incluso a colectivos ciudadanos que osan reunirse con sus representantes democráticos. Parece que todo vale con tal de culpar a otro y no admitir la evidencia: quien dirige una entidad es el máximo responsable de su gestión, bien por acción o por omisión. Acción de generar confianza a través de un relato creíble. Omisión de todo lo que pueda perjudicar al club. 



Un relato creíble empezaría por el cumplimiento del contrato de compraventa, en lugar de admitir con naturalidad que aún no se ha pagado pero que ya veremos. También pasaría por entender que si se quiere ejercer de Mesías omnipotente e incontestable (hay modelos de ello muy cercanos) uno debe aportar el capital con la misma naturalidad que negociaría una venta. Si por el contrario se confía en la generosidad de la afición y en la complicidad de las instituciones para poder sobrevivir no hay más remedio que plantear con humildad un modelo de club más abierto, participado y plural, tan transparente como requirieran sus contribuyentes, sean estos mayores o menores. Pero si se mezclan interesadamente los dos modelos (inversión colectiva pero beneficio privado) llegamos a la insostenible situación actual. Se pretende conseguir desde el insulto, la amenaza y el chantaje lo que se podría haber obtenido actuando con inteligencia desde la comprensión, la empatía y la complicidad. 



Lo más incomprensible es que el club elija tan mal aliados y enemigos. Es complaciente con quien lo llevó al pozo en que se encuentra; no se oye una mala palabra sobre Osuna, Blasco y sus palmeros. A la vez, centra su beligerancia e ingratitud contra aquellos de los que depende para sobrevivir, afición y nueva corporación municipal (exculpando sorprendentemente a la Diputación y a la anterior corporación). Por no añadir lo extraño que resulta que escoja como medio de cabecera justo al que anteayer denostaba acusándole de vivir de las subvenciones de su mayor competidor. Ante tal cúmulo de desatinos no queda muy claro si trabajan para el enemigo o simplemente son el enemigo. 



Dice el poeta Benedetti que «la culpa es de uno cuando no enamora y no de los pretextos ni del tiempo». No sé si David Cruz lee a Benedetti, pero sí sé que no enamora y que la culpa es suya.

Toni Alcaraz, vicepresidente de Sentimiento Albinegro